De esto, precisamente, se trata el Cine. De historias que nos mueven
la vida. De historias que nos atrapan de forma desmesurada. De historias únicas
e inusuales que no estamos acostumbrados a ver o a vivir en la realidad y que,
justamente por ello, nos envuelven de principio a fin, dejándonos atrapados
para siempre.
Pero, también, creo que el cine se trata de generar emociones intensas
e impostergables, de esas que nos quitan el aliento y nos suben, y nos bajan,
como en una montaña rusa.
Así, exactamente, es “Silver Linings Playbook” (El lado bueno de las
cosas). Una película que nos hace reconciliarnos con el cine, con la Academia,
con el amor y con la vida toda, en cada uno de sus sentidos.
“Silver Linings Playbook” cuenta la historia de Pat Solitano (interpretada
por Bradley Cooper), quien sufre un tipo de bipolaridad no diagnosticada, gracias
a la cual su vida se convierte en un desastre.
Su esposa lo ha traicionado con un profesor de historia al cual, Pat,
luego de capturarlos “in fraganti”, le proporciona una violenta paliza que lo
hace culpable de serios cargos judiciales, y lo obliga a acudir a una terapia
psiquiátrica, y a ocho meses de rehabilitación.
Su papá (interpretado por Robert De Niro) es un supersticioso
impulsivo, con notables problemas de ludopatía, que trata de ayudar a su hijo,
muy a su manera.
Su hermano, se nos muestra como un abogado exitoso (como la “oveja
blanca” de la familia). El perfecto. El incómodo punto de comparación que nadie
quiere tener.
En este ambiente repleto de complejos “perfiles” psicológicos aparece
un personaje que termina de cerrar el círculo de esta historia imposible de
olvidar. Se trata de la hermana de la esposa de uno de sus mejores amigos de
Pat. Su nombre: Tíffany (interpretada por Jennifer Lawrence).
Desde el propio primer plano en el cual la conocemos, Tíffany se nos
presenta como una mujer joven y bella, arisca, desafiante y ligeramente
trastornada, la cual confiesa ser así como consecuencia de la muerte de su
esposo.
Esta “viuda moderna” capta la atención de Pat desde el primer segundo
y ya, en adelante, es sólo cuestión de tiempo para hilar y construir una
historia perfecta en actuaciones y situaciones inolvidables.
“Silver Linings Playbook” es una película cuyos fuertes son, si duda,
el guión (sólido y extraordinario) y las actuaciones (groseras en veracidad y
generación de empatía).
Esto hace que la cinta cuente en este 2013 con 8 nominaciones al Óscar:
Mejor Película. Mejor Actor Principal. Mejor Actriz Principal. Mejor Actor de
Reparto. Mejor Actriz de Reparto. Mejor Director. Mejor Edición. Y Mejor Guión
Adaptado.
Debo confesar que si algo me cautivó sobremanera en esta cinta (lo
cual por cierto extrañé en las nominaciones que recibió la película), fue el
impecable y más que apropiado trabajo musical de la pieza.
Muy al estilo de “Juno” o de “Little Miss Sunshine” las selecciones
musicales son, a mi parecer, joyas que alimentan la historia, con inflexiones
sonoras en los momentos precisos. En todos. Incluyendo el abrazo final, que
introduce los créditos de la película. Para mí, personalmente, la música le
aporta un porcentaje determinante a esta gran pieza, razón por la cual me
extraña que no haya estado nominada en ninguna de las categorías relacionadas a
la música.
Sin embargo, pienso que la Academia del Cine cuenta este año con una extraordinaria
película que podría llevarse varias estatuillas, entre las cuales están 3 de
las 4 actuaciones nominadas.
Por un lado, Bradley Cooper, en su brillante papel de este loco y casi
esquizofrénico protagonista que está obsesionado con la idea de rehacer su vida
y así reivindicarse frente a la mujer de sus sueños (la misma que lo engañó con
un profesor de historia en su propia casa). Un personaje fabuloso, que siempre
dice lo que piensa, sin filtros, sin máscaras, porque el sentido común lo ha
dejado a un lado para ser poco común y, de esta forma, más humano que nunca.
Por otra parte, Jennifer Lawrence, en su papel de esta loca y
desinhibida viuda joven que parece haber entendido, con tan solo una mirada,
que así como el amor se fue un día, también pudo haber llegado de vuelta. Una
extrovertida y sensual mujer que pinta sus uñas de negro y que ha decidido
regalar su cuerpo al primer postor porque el valor que alguna vez tuvo su piel
ya carece de sentido. Una chica que desborda sus palabras de sinceridad, gritando
lo que ya no puede callar. Y, al final, una soberbia actriz que nos sorprende
con cada libreto, con cada parlamento, con cada participación y nos obsequia
una impecable actuación repleta de carácter y temperamento.
En tercer lugar, la excelente participación de Robert de Niro, quien
podría llevarse la estatuilla a Mejor Actor de Reparto en su papel del padre de
Patrick, un viejo supersticioso, locazo también, capaz de apostar una fortuna
ante una corazonada. Y no conforme con esto, aún luego de haber perdido, es
capaz de duplicar la apuesta ante una corazonada aún menos racional.
En cuarto y último lugar, considero que Jacki Weaver (nominada a Mejor
Actriz de Reparto en su papel de la madre de Pat), lo hizo muy bien. Una gran
actuación. Sin embargo, creo que su papel no da, bajo ninguna circunstancia, lo
suficiente como para llevarse el Óscar en esta oportunidad.
Al final, esta historia de amor entre dos personajes ligeramente
tocados de la cabeza me hizo recordar algo hermoso que ya, en alguna ocasión,
me enseñó la vida: y es que la única forma posible de limpiar el corazón es la
distancia, la verdadera distancia, aquella de acuerdo a la cual decides alejarte
para siempre de quien alguna vez estuviste atado en lo profundo.
Pat, por una orden judicial, tenía terminantemente prohibido acercarse
a su ex-esposa, gracias a lo cual, luego de un profundo trabajo de distanciamiento
y sanación, dejó abierta una puerta. Muchas veces debemos alejarnos para no
sufrir, para curar heridas y, sobre todo, para seguir adelante…
Por último, debo confesar que haber visto el baile de Pat y Tíff estrujó
mis sentimientos de una forma poco habitual. Ese momento mágico, cumbre, en el cual
todo puede pasar, sumado a la música, a las actuaciones, a la historia, a la
edición, a la dirección, hacen de “Silver Linings Playbook” una pieza
maravillosa de esas que quedan allí amarradas en la memoria. Una película que,
entre tantas otras cosas, me enseñó que las victorias en esta vida dependen de
uno mismo, y no de aquello que los demás esperan que consigamos, o logremos. El
triunfo, la felicidad, dependen única y exclusivamente de aquello que nosotros
decidamos en lo más profundo de nosotros mismos.
Gran historia. Grandes actuaciones. ¡Gran película!
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